fragmento de:
Fausto
Margarita se encuentra en su dormitorio y canta mientras se desnuda:
Un rey en Thulé existía,
a quien, al morir, su amada
legó copa cincelada
que él guardó con fiel pasión.
En cada festín y cena
con ella siempre bebía,
y, al contemplarla, se henchía
de gozo su corazón.
LLegó la vejez, y al verse
al umbral de la ancha huesa,
pensó el rey: «Es hora ésa
de nombrar un sucesor.»
Y nombrólo, y sus comarcas
le dejó, y trono, y tesoro,
pero no la copa de oro
que era un recuerdo de amor.
Llamó a condes y barones
a su castillo elevado,
a todos con buen agrado
a cenar les convidó.
Ya en la mesa, el rey, de un sorbo
dejó la copa vacía
y, al ancho mar que mugía
al pie del muro, la echó.
En las olas espumosas
la vio caer, confundirse,
la vio llenarse y hundirse
para no reaparecer,
y en sus ojos contristados
brilló una lágrima ardiente:
se nubló su hermosa frente,
¡y jamás volvió a beber!
--Johann Wolfgang Goethe