Lluvia

 

II.

 

Cuando en sus cuartos los obreros

acarician la frente de sus hijos,

es entonces que la lluvia llora,

se desata golpeando los tejados,

estrella su frente amplísima

en todas las ventanas enemigas,

embiste sus cuernos acuáticos

contra el pecho del viento,

desangra la golondrina de sus ojos

contra las piedras ásperas. Asciende

a luchar contra el sol y lo vence,

hasta que sus flechas líquidas

se vuelven a dormir en el aire,

extiende la frescura de su mano

a la redonda palabra de la tierra

y al pie de hombre vuelve a tenderse,

porque su inmenso corazón

lo lleva al viento entre sus manos...

 

¡Oh lloviznas de mi pequeño país:

niñas de fraternales abrazos!

 

 

--Otto René Castillo

Para que no cayera la esperanza