Carta de amor constante

 

Al decirte aquella tarde

que pronto volvería hacia mi tierra,

porque allí me esperaban los caminos

que siempre he corrido desde niño,

las altas jacarandas de mi patria

y una apretada música de abrazos,

recuerdo que hablaste de nosotros,

de los parques que juntos conocimos,

de las lágrimas que me seguirían

cuando yo volviera hacia mi pueblo

y del hondo dolor que te causaba

mi clandestino regreso a Guatemala,

porque tú seguirías amando

al joven exiliado que aprendió

a cantar en el destierro.

Pero nunca alumbraste

tus estrellas saladas,

porque no es justo llorar

cuando un hombre busca

el futuro de su pueblo.

Hoy amor la firmeza

que inundó de pájaros mis ojos,

porque te veo, como entonces,

cultivando los geranios rojos

que yo solía besar en la mañana

como un firme tributo a la ternura.

Y te escribo esta carta

porque es necesario

dejar clara mi partida:

volví a mi país

por un mandato exacto

de mi estrella perenne,

pero tengo dos meses

de no besar geranios rojos

y todas las madrugadas,

cuando mi anatomía enciende

su cotidiana lámpara de sange

me voy hasta el lejano suburbio

donde sueña tu corazón sonoro

su vieja forma de abrazarme

y al pie de sus recuerdos

grabo mi destino de soldado

de los viejos anhelos populares,

hundo mi voz en los geranios

con una gran pasión silvestre

y abrazo al primer hombre

que llora en medio de la calle...

 

 

--Otto René Castillo

Para que no cayera la esperanza