Bajo la tarde en Berlin

 

                      I.

 

Tú llegabas

como el viento,

de lejos.

Y venían en ti,

como en el mar,

la suavidad de la luna

y el pado del sol.

De pie, la tarde

era lejanía

en llamas grises.

Bajo los árboles

eran tristes los cielos.

 

No era la primavera,

sino el fin del invierno.

 

 

 

 

                      II.

 

Era la tarde

en la que vendrías

todas las tardes

hacia mí.

De allí en adelante

tus pasos estarían atados

siempre a mi ternura de laurel.

Y ya no andaría solo

por el mundo,

con el alma despoblada,

como la mesa de un hambriento.

En ese día nos faltaba

mucho llanto y mucha risa

todavía por nacer.

Eramos los que se encuentran,

casi al azar, bajo la tarde

de las ciudades populosas.

 

Hacía frío aún bajo el abrigo.

Pero nunca como entonces fui dichoso.

 

No era la primavera,

amor, mío,

sino el fin del invierno.

 

 

--Otto René Castillo

Para que no cayera la esperanza